Antes de los tres años nuestr@s niñ@s pequeñ@s pueden tener conductas agresivas, pero l@s niñ@s no son agresiv@s, serlo implicaría haber adoptado una forma de ser que responda a intenciones de dañar (personas u objetos). Estas conductas muchas veces nos sorprenden pues, aunque los tratamos dulcemente reaccionan de forma que no podemos entender.
Lo que sucede es que l@s niñ@s pequeños tienen el impulso interno tan fuerte de lograr sus objetivos que, para ell@s, cualquier oposición significa un reto. En otras oportunidades, cuando actúan de manera desafiante con sus padres o cuidadores lo que sucede es que tratan de experimentar con sus reacciones. De esta manera, ellos aprenden a relacionarse con los otros y cómo comportarse; se están entrenando para su participación social en el medio. Por ello es muy importante ser modelo de comportamiento social adecuado.
A esta conducta rápida que no es planificada y que no tiene en cuenta las consecuencias, se le llama impulso. La mayoría de niñ@s pequeñ@s son impulsiv@s y hacen cosas que no pueden evitar porque todavía no han desarrollado la capacidad para interrumpir o frenar el impulso, como si lo hace la mayoría de adultos. Esto se debe a que el control de los impulsos es manejado por la zona frontal de nuestro cerebro que está en proceso de maduración incluso hasta pasadas las dos primeras décadas de vida. En las respuestas conductuales de nuestr@s bebés también tiene mucha implicancia el tipo de temperamento con el que hayan nacido, por lo que algun@s niñ@s pueden ser más calmad@s que otr@s.
Debemos tener en cuenta que el sueño, el hambre, el estrés y la frustración son muchas veces detonantes de la conducta impulsiva. Generalmente se presenta en los niños que no pueden expresar correctamente lo que sienten porque no saben cómo llamar a sus emociones o porque aún no han desarrollado el lenguaje (palabras o gestos) para tener una comunicación eficaz.
Es por todo ello que antes de los 3 años, periodo en el que no se ha desarrollado aún el pensamiento racional previo a la conducta, no debemos hacer suposiciones, ni catalogar de agresivos o groseros a los niños pequeños, porque lo que necesitan es comprensión, ayuda y entrenarse para aprender, poco a poco, a pensar antes de actuar.
Aquí te dejamos algunos tips que pueden servir cuando tu pequeñ@ se comporta de forma agresiva o desafiante:
· Primero que todo, observa a tu niñ@, aprende en qué situaciones actúa de manera más impulsiva o agresiva. La prevención, siempre será importante, si sabes que tu niño se molesta por algo, no lo evites necesariamente, pero de antemano explícale, comunícale lo que va a suceder, para que pueda aprender el patrón social adecuado a seguir en esa situación.
· Procura recapacitar acerca de tu conducta observándote a ti mism@. Podría ser que sin querer estés generando modelos de violencia o agresividad, al no poder gestionar de forma saludable tus emociones. Recuerda que no sólo se trata de cómo te comportas con l@s pequeñ@s, sino de cómo te comportas, en general en tus relaciones; pues te observan, cuando pasas el tiempo con otros, para poder repetir el patrón social, de acuerdo a como tú lo haces con los demás.
· Procura no excederte en las prohibiciones, ni en las sanciones. El ser humano tiende a la libertad, siempre. Lo que debe tener son las reglas claras para saber cómo actuar, pues las prohibiciones generan retos innecesarios que nuestros niños querrán superar para sentirse “libres”.
· Evita los calificativos negativos acerca de sus conductas, pues l@s niñ@s que se frustran fácilmente en la mayoría de casos son muy sensibles y extremadamente emocionales, por lo que sí escuchan que ha hecho algo mal o incorrecto, puede impactar negativamente en el desarrollo de su autoestima saludable y llevarlo a descontrolarse todavía más.
· No cedas ante la conducta agresiva o desafiante. Procura mantenerte calmó sin entregarle lo que esté pidiendo. Cuando se haya calmado explícale lo que ha sucedido y después de algún tiempo, si lo crees conveniente, puedes ofrecerle lo que te pidió anteriormente, pero en un entorno de alegría, de calma (sin conectarlo con el evento incorrecto), de modo que entienda, poco a poco, que esa es la forma y el momento adecuados.
· Cuando la conducta violenta es hacia nosotros podemos alejarnos un poco (sin dejarlos solos, jamás). Debemos esperar a que el estallido de la emoción se reduzca para que luego podamos traer a nuestr@ pequeñ@ y decirle lo que esperamos de su comportamiento. Siempre es mejor decirle, por ejemplo: “Trata con cariño a mamá”, “A mí me gustan los abrazos”, “Quiero que siempre me trates despacito, como se mueven las tortugas, así”, mostrándoles físicamente como se hace; en vez de decirle: “No me golpees, no me tires, no me grites, etcétera. (Aquí aprovecho de recordarles que nuestros bebés aprenden todo a través de la acción, esa es la mejor manera).
· Si el comportamiento inadecuado o la conducta violenta es hacia otr@ niñ@ hay que frenarlo con firmeza, sin caer en la rudeza. Es mejor hablarles a l@s niñ@s de forma plana, es decir, sin gritos ni gestos exagerados, sino más bien elevando muy poquito el tono de la voz (hacerla grave, si es posible) y pedirles que se detengan con un: “Alto, no debemos hacer eso” y si es preciso, sacarlo de la situación, apartándolo por un momento. Esto le servirá a nuestr@ niñ@ a bajar la intensidad del impulso y nos puede servir a nosotr@s para explicarle que puede ir a jugar, pero que no puede golpear. Esto lo debemos repetir cada vez que suceda, siendo pacientes pues como todo proceso de aprendizaje requiere de tiempo para la automatización.
Y lo más importante, recuerda que ni tú niño ni el niño de otro se comportan inadecuadamente porque lo desean. El impulso es una fuerza mayor a la que ellos pueden controlar, por lo que ¡Procura relajarte! “Cuando es pequeño, sobre todo si es menor de tres años, ni el mismo puede entender lo que está pasando y por qué actúa de manera desmesurada”. Somos nosotr@s l@s llamad@s a mostrarle la forma correcta de reaccionar cuando algo nos molesta.
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