La carga genética, el entorno (escuela, abuelos, tíos, vecinos, amigos del parque), los medios, y, en especial, los padres intervienen en el desarrollo de los niños. Ellos son los modelos que tienen y de quienes aprenderán cómo desenvolverse en la vida.
Del mismo modo que en los vínculos, los modelos también tienen cierto tipo de jerarquía, es decir, los niños podrán ver todo tipo de conductas, pero solo utilizarán de modelo a quienes le resulten más convenientes, más divertidos o más satisfactorios. Aquí es dónde radica la necesidad de convertirnos en el modelo más importante como padres.
En mi labor docente, en repetidas oportunidades pude escuchar a algunos de los padres que sus niños estaban repitiendo comportamientos que vieron en la televisión o de sus compañeros de sala, el cuestionamiento inmediato era: ¿Por qué cree que su niño lo hace y otros niños no?
Conocemos que los niños imitan siempre, por lo que será inevitable que copien comportamientos, o sea, se manifiesten ante un estímulo de igual forma que un amigo o imiten recordando lo que algún otro niño hizo; lo que no se debe permitir es que su conducta cambie, es decir la forma consciente de comportarse y se mantenga. Por ello nuestro papel como formadores es determinante, debemos ser acompañantes, orientadores, permanentes reforzadores de comportamientos adecuados, divertidos y capaces de gestionar nuestras emociones; de modo que el niño perciba nuestro comportamiento y piense: “Eso es lo que yo quiero hacer”
Dicho esto, que es algo que a muchos padres les preocupa de la capacidad de imitar de los niños, debemos poner atención a la importancia de la imitación como elemento modelador y de aprendizaje; sobre todo, cuando nuestro deseo es que los niños decidan aprender como seres con poder y no los consideramos recipientes vacíos ansiosos de nuestros conocimientos; porque ellos saben, saben muchísimo, sus cerebros recopilan infinita información y se especializa en tanto les permitamos “acción”, haya motivación interna, pongan atención y se conecten con lo observado para hacer uso de su memoria, recuperando conocimientos que ya tenían.
El aprendizaje es innato y se identifica por la adquisición de un nuevo comportamiento, que nos permite adaptarnos al medio. Es claro, entonces, que podemos provocar el aprendizaje mediante la imitación. Es tan fantástico que, según los estudios de las ciencias del cerebro, con solo mirar que otros realizan una conducta, las zonas de nuestro cerebro que se activarían ejecutándola, se activan únicamente viendo que otro la efectúa. Por ejemplo, si una pequeña niña de 14 meses observa como su tutora toma una pelota grande y se coloca sobre ella, balanceándose y mostrando agrado. En su cerebro se activan los procesos que le van a permitir replicar esa situación, casi como si ella misma estuviera sobre la pelota, se estuviera balanceando y esto la hace sentir feliz. La niña podrá procesarla por un tiempo y después de unos momentos, incluso días, será capaz de realizar la acción en ausencia de su modelo, a lo que llamamos imitación en diferido. Si el acto realizado, en cambio, no se muestra complejo, en base a sus experiencias previas podrá reproducirla inmediatamente y frente a su modelo. La tutora comprometida sabe que, si ella provoca el comportamiento, genera aprendizaje, cumpliendo su objetivo formador.
Maravillosa imitación que debemos tratar con mucho cuidado, porque como ya sabemos, no es que nuestros niños no entiendan lo que hacemos cuando son pequeños, es que todavía no tienen la capacidad para razonarlas, pero están recabando información, ¡Siempre!
Recuerda que la capacidad de imitar es inevitable y que siempre que imitas aprendes, por ello, es necesario que los niños tengan juego libre, con descansos en la interacción. De esa forma nos aseguramos que procesen lo aprendido y que no se sobrecarguen. El exceso de estimulación también puede manifestarse con descargas emocionales intensas, que se podrían catalogar como mal comportamiento.
Aquí algunas maneras de utilizar la imitación de forma positiva:
- Imítalo cuando sean muy pequeñitos, esto activará su tendencia innata, para que luego pueda imitarte: saca tu lengua, cuando ellos lo hagan; copia sus gestos, etc.
- Hablando de gestos, deberán ser exagerados, más exagerados en tanto más pequeños sean y conforme vayan creciendo, disminuyes su intensidad.
- Coloca una manta sobre tu cabeza y luego di: ¿Dónde está… (di su nombre o el tuyo)? Luego saca la manta para aparecer. Después de hacerlo en varias oportunidades coloca la manta sobre la cabeza de tú niño o niña, para propiciar el juego. Alrededor de los 7 meses hará el intento de retirarla de su rostro, para seguir con la diversión.
- Aprovecha los momentos de juego para “hacer como”: como que eres un león, como que eres la abuelita, como que hablas por el teléfono, etc.
- Cuando realices tareas del hogar, hazlas con calma y mostrando agrado. Recuerda que si piensa que genera una emoción intensa o que es interesante, le provocará hacerla.
- Entre los 9 y 10 meses nombra y señala partes de tu cuerpo y de tu ropa, con ellos frente al espejo.
- Del mismo modo señala y nombra elementos en tu casa, en la calle, en los libros; para potenciar la adquisición de vocabulario.
- Cuando converses con otros frente a ellos, procura que las conversaciones sean agradables y que cada quién tenga su rol en el diálogo, cuando otros hablen, tú escuchas y asientes, para luego tomar tu turno. Haz lo mismo cuando hables con ellos, cédeles el turno de hablante, esto sentará las bases de un diálogo efectivo.
- Si leíste que, a los 12 meses, tu bebé ya puede armar torres de 3 cubos, acércate a tu bebé con estos elementos, haz contacto visual y di con alegría: Armaré una torre, uno, dos y tres. Su primer impulso será destruirlo y eso está muy bien, ya verás que tratará de hacerlo también, sin que le hayas enseñado. Así podrá decir a todos en un tiempo: “Yo aprendí solito”
- Cuando esté cerca a cumplir los dos años pueden jugar a “Corre, corre y me detengo”, o a “Congelados”
- Haz juegos con instrumentos de percusión, tú haces TUN, TUN, TUN y dejas un espacio de tiempo, verás que pronto te responderá (Si aún no puede decir el sonido, puede mover su cabeza o incluso su mano, marcando el ritmo). Si es muy pequeño, empieza con TUN, TUN. Alguien de tu familia puede ayudarte con la respuesta, si quieres apurar el juego, pero si tienes paciencia, cuando ellos estén listos, te responderán con el ECO.
- Haz tus rutinas de ejercicios con ellos, entenderán que, si para ti es importante, es algo que debe hacerse, si además lo adquieren como rutina, les quedará para toda la vida como una práctica saludable.
- Felicítalos cada vez que imite una acción positiva, con mucha alegría.
Si pones atención y te comprometes con la formación de tus niños, estarás propiciando la imitación positiva en muchas circunstancias, tu cerebro está preparado para formarle y para permitir su desarrollo.
“Más de la mitad de lo que somos es fruto de la imitación, los niños necesitan más modelos positivos, que críticas”
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